El legado de Maimónides – Introducción

La caída del Imperio Romano de Occidente, se debió esencialmente a su decadencia económica y a las constantes invasiones de las numerosas tribus germánicas o “bárbaros”. El eclipse de la ciencia fue tan pronunciado como el de la filosofía. El neoplatonismo fué desplazado por el cristianismo, gran movimiento religioso. Si algo quedó de curiosidad por algunas de las grandes obras de los filósofos y hombres de ciencia greco-romanos, ésta se escondió en el fondo de los claustros de contados conventos. A excepción de algunos monjes que copiaban y estudiaban los viejos manuscritos de Aristóteles y Plinio, el clima cultural de la Edad Media, sobre todo desde el siglo V en los países dominados por los visigodos, francos, lombardos, sajones, ostrogodos, es decir, todos los territorios del Imperio Romano de Occidentes, quedó envuelto en un halo de misticismo y respeto por la autoridad de lo mágico y sobrenatural lo que llevó a la beatería, el dogmatismo y la inercia mental de la Baja Edad Media.

Durante esta edad, que data desde 476 y que se extiende hasta el siglo XII, los médicos de la Europa Latina dejaron de ser personajes respetables al estilo hipocrático y galénico, para convertirse en mercenarios, charlatanes y vendedores de remedios “secretos”.

Debido a los conflictos entre el modo de pensar cristiano y la mentalidad pagana, así como los graves problemas entre las mismas sectas cristianas, casi toda la energía intelectual se dedicó a controversias religiosas. En cuanto a la medicina, devino en un negocio de emplastos, cataplasmas, talismanes y amuletos, con mezcla de brujería y encantamientos. En esa época sólo algunos sabios trataron de salvar algo de la gran tradición clásica de la medicina hipocrática y galénica (1).

En los momentos en que la antigua ciencia greco-romana decaía y se esterilizaba por inútiles discusiones bizantinas, en que la ignorancia y la superstición cubría el occidente de Europa y el Imperio Bizantino y sólo en Persia se manifestaba un interesante florecimiento, una singular revolución se extendió a un territorio más vasto que el del Imperio Romano en los momentos del máximo apogeo, sacudiendo al mundo desde Gibraltar hasta las llanuras del Indo y desde las estepas del mar Caspio hasta el sur de Arabia. Esta revolución aunada a una reestructuración política de las naciones, preparó el terreno para una nueva civilización -árabe- cuya importancia para el desarrollo del espíritu y conocimiento humano es de tal magnitud, que sin ella no podría comprenderse el desarrolo de occidente.

En el 622, Mahoma emigró de su ciudad natal, La Meca, a Yatrib o Medina iniciando una nueva época en la historia. A la muerte del profeta, gran parte de Arabia se convirtió al Islam, organizando un poderoso ejército poseído de un fanatismo religioso sin igual, que pronto desbordó las fronteras de los países vecinos. Bajo sus primeros sucesores o Califas, Abu Beker, Omar, Utman y Alí, las conquistas se sucedieron de una manera sorprendente. A 15 años de la muerte de Mahoma, los Califas dominaban ya Palestina, Siria, Irak, Irán y Egipto, países con un nivel cultural alto.

El espíritu de tolerancia que los musulmanes mostraron inicialmente a los pueblos sojuzgados, la libertad e independencia con que dejaron actuar a las demás religiones y a los sabios de los pueblos, con la única condición de pagar el impuesto establecido sobre los no creyentes, hizo posible que esos pueblos no sólo continuaran con sus tareas intelectuales, sino que su cultura se difundiera entre los conquistadores, tanto por lo contactos recíprocos así como por el uso cada vez más extendido del idioma árabe. La clase culturalmente dominante se constituyó por lo que hablaban y escribían en el idioma árabe (2).

Los ejércitos que desde Egipto conquistaron el norte de Africa hasta Marruecos y luego se adueñaron de casi toda la península ibérica y llegaron a Francia, hasta las orillas del río Yonne, estaban constituidos, en su gran mayoría, por berberiscos y por hombres de origen latino, recién convertidos al Islam. Respecto a la filosofía y la ciencia, tampoco predominaron los sabios de ascendencia árabe; la gran mayoría fueron iranies, sirios y en gran número judíos.

En la península Ibérica, muchos hombres de ciencia fueron de origen latino. La cultura árabe se justifica porque la gran mayoría de las obras escritas por hombres de esa civilización lo fué en lengua árabe, aunque también se escribió en persa, siriaco y hebreo. Por citar algunos ejemplos se encuentra a el astrónomo Al-Tabarí era iraní; la famosa familia de médicos Ibn Bahtyasa eran nestorianos como lo fué Mesue Mayor y Hunian Ben Isaac, mientras que otro gran médico era pagano. El matemático al-Juarismi era persa; los astrónomos al-Fargani eran turcomanos y al-Batari era de Harran, mientras que al-Habas era de Mesopotamia. Los famosos médicos Rhazes y al-Biruni eran persas; Ibn Sina (Avicena) procedía de Turquestán y al-Haytan (Halazen) era iraquí; Isaac Israelí y al-Gazar eran judíos; Ibn Rushd (Averroes) y Maimónides eran de Córdoba.

En 711, con la derrota del último rey visigodo, don Rodrigo, en la batalla de Guadalate, a manos de las tropas moras dirigidas por Tarik (de origen judío), casi toda la península Ibérica (Portugal y la mayor parte de España) pasó a formar parte del mundo de la cultura árabe. Por otra parte, desde las montañas asturianas del norte del país se inició la gran gesta de la reconquista, que termina casi 800 años después, con la recuperación de Granada en 1492 (3).

La historia cultural médica de los judíos en España se pude dividir en tres épocas: 1) bajo el dominio musulmán, la cultura y la medicina judío española se manifiesta que se considera como una época de resplandor; 2) bajo el dominio de los reinos cristianos en proceso de expansión, los sabios judíos florecen durantes los siglos XII y XIII, sufriendo posteriormente persecución y represeión que limitan su actividad y 3) después de la expulsión de los judíos en España en 1492 y de Portugal en 1497, donde aparecen los nuevos cristianos y los que se mantienen fieles a su fé y emigran a Africa y Asia.

Los judíos habitaron españa desde la época del Imperio Romano. Durante los primeros años del dominio visigodo, la numerosa población judía se dedicó al cultivo de la vid, del olivo y al comercio en las costas del Mediterráneo. Su situación se deteriora cuando en 595 el rey Recaredo se convierte al catolicismo. Perseguidos, reprimidos y forzados a convertirse al cristianismo bajo pena de muerte o exilio, las comunidades judaicas de la península fueron desapareciendo progresivamente. Sin embargo, durante los primeros años del dominio moro, la situación de los judíos no fue envidiable, ya que -al igual que los cristianos- les fueron impuestos duros tributos; las luchas civiles y de partidos que se sucitaron entre los nuevos conquistadores les trajeron numerosas calamidades.

La situación cambió cuando en 755 Abderramán I estableció el reino (emirato) Omeya y ésto hizo posible una relativa prosperidad económica y los judíos se dedicaron a numerosas actividades, como la medicina, la agricultura, el comercio y las artesanías.

La tolerancia de los emires y luego califas omeyas hizo de España el refugio de los judíos. La ciencia y la cultura judía se enriquecieron. Los “gaonim” o sabios judíos de Babilonia tenían correspondencia con los rabinos y sabios de los centros españoles, como Lucena (cerca de Córdoba) y Barcelona. La Academia Talmúdica de Lucena, fundada en el siglo IX, florecía aún en el siglo XII.
El renacimiento cultural judío empezó en el siglo X, bajo Abderramán III, que asumió en 929 el título de califa en Córdoba.La ciudad de Córdoba se convirtió en este siglo en la ciudad más civilizada de Europa (4).

Durante la Edad Media el hombre de ciencia judía combinaba los estudios tanto religiosos como seculares y que éstos últimos incluían filosofía, matemáticas, astronomía, astrología y medicina. No era extraño que un judío fuera, al mismo tiempo, médico y rabino. La combinación de rabino y doctor era similar a la del médico y sacerdote (5).

No cabe duda que el médico más eminente de esta época judeo-española fué Maimónides (Moisés Ben Maimón), nacido en Córdoba en 1135, en las postrimerías del Califato de Occidente (6).

Maimónides no sólo fué un médico eminente, sino que está considerado como la máxima luminaria del pensamiento judaico. Diríase que fué en plena Edad Media, un precursor de los hombres del Renacimiento: humanista, filósofo, teólogo, astrónomo y médico; su capacidad intelectual abarcaba todas las ramas del saber humano (7).

Se convirtió en la máxima autoridad rabínica del mundo judío. Su estraordinaria síntesis de toda la legislación talmúdica en la Mishne Torá o Yad Hazaká (Segunda Ley o La Mano Fuerte), sigue siendo obra de consulta para los religiosos judíos. Su famosísima More Nebujim (Guía de los Perplejos), escrita en árabe y casi al mismo tiempo traducida al hebreo y al latín, es la obra cumbre de la filosofía judía medieval, en la que se trata de sintetizar la fé religiosa y la filosofía aristotélica. No en vano es común entre los estudiosos judíos citar la frase “Desde Moisés (el Legislador) hasta Moisés (Ben Maimón) no surgió otro como Moisés” (8).

Maimónides se nutrió de España, tanto con la ciencia y cultura del Islam, que elevó su ciencia y cultura a la más alta expresión. Todas las cosas y todos lo aspectos de la naturaleza y dela vida, del pensamiento y de la acción, fueron para él parte de ese todo armónico (9).

En 1148 una nueva invasión mahometana dominó al-Andalus. Los fanáticos almohades conquistaron la región y los judíos se vieron forzados a aceptar la fé islámica; sus mujeres e hijos fueron vendidos como esclavos y sus sinagogas y escuelas fueron destruidas. La persecución duró diez años, obligando a muchos judíos a huir a la España cristiana y al sur de Francia. Junto con ellos, el gran Maimónides tuvo que abandonar Córdoba y posteriormente España (10).

Con la derrota de los almohades en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa (1212), su imperio se fragmentó en diversos reinos independientes, los cuales sucesivamente cayeron uno tras otro ante el arrollador avance de la reconquista cristiana.

Granada, sede del último reino moro de la península, tenía una comunidad judía tan antigua y la llamaban “Granada de los Judíos”, cuando se desintegró el Califato de Córdoba, Granada se convirtió en un reino independiente bajo reyes de origen bereber. Una segunda época de esplendor de la comunidad Judía en Granada se dió durante la restauración del Reino de Granada por la dinastía musulmana de los Nazari a partir del siglo XIII. Aunque no se conocen detalles, parece ser que todos los reyes granadinos tenían médicos judíos (11).

Debido a las grandes persecuciones de la España musulmana muchas de las obras científicas médicas, astronómicas, filosóficas, hasta entonces sólo editadas en árabe, fueron traducidas al hebreo.

Las primeras traducciones del árabe al hebreo se realizaron en el siglo XI, pero no fué hasta la segunda mitad del siglo XII cuando Judá Ibn Tibon (1120-1190) introdujo precisión y cuidado en el trabajo fué llamado “Padre de los Traductores”. Su hijo Samuel Ben Judá Ibn Tibon (1160-1230), tradujo las obras de Maimónides. Su nieto, Moisés Ben Samuel Ibn Tibon (siglo XIII), tradujo las obras de Aristóteles con comentarios de Averroes, y numerosas obras de medicina como los Aforismos de Hipócrates, el Canon de Avicena y el Tratado sobre Venenos de Maimónides.

Durante los siglos XII, XIII y XIV se tradujeron al hebreo la mayor parte de las obras científicas y filosóficas conocidas en la época (12).

Capitulo 1

NOTAS:

1. Fishleder,B. L.: La medicina Judeo-Española en la Edad Media. Colección Grandes Temas Judaicos, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad de Tel Aviv, Asociación Mexicana de Amigos de la Universidad de Tel Aviv. México, D.F., 1990, pp 9-10.

2. Mieli, A.: Panorama general de la historia de la ciencia. Espasa-Calpe, Argentina S.A., Buenos Aires-México, 1946, tomo II, cap.III. Citado por Fishleder, B. H., op. cit., p.12-14.

3. Ibid.

4. Mayor, R. H.: A History of medicine. Ch. C. Thomas, Springfield, Illinois, 1954, vol. I, p. 249.

5. Fishleder, B. L., op. cit., p. 18.

6. Fishleder, B. L.: Maimónides Médico. Instituto Cultural Domecq, México, 1989.

7. Graetz, H.: A popular history of the jews. Hebrew Publishing Co., NY, 1935, vol. 6. Citado por Fishleder, B. L., op cit., p. 20.

8. Gordon, B. L.: Medioeval and renaissance medicine, 1959, p.235. Citado por Fishleder, B. L., op cit., p.21.

9. Friedenwald, H.: The jews and medicine. The Johns Hopkins Press, Baltimore, 1944, vol. II, p. 147; Encyclopaedia Judaica. The Mac Millan Co., Jerusalem, 1971, vol. 3, p. 674. Citado por Fishleder, B. L., op. cit., p. 24.

10. Friedenwald, H., op. cit., vol. II, p. 618.

11. Encyclopaedia Judaica, vol. 7, p. 1247. Citado por Fishleder, B. L., op. cit., p. 26.

12. Ibid.