Izkor, vulnerabilidad y muerte

Izkor es un espacio que nuestro pueblo diseña para una sensación que se está olvidando. Es un renglón que tiene la intensión de traer recuerdos de alguien que ya no está aquí, aquí en este lugar llamado vida.
Es un intento de detener una avalancha llamada consecuencia.

Izkor, es un espejo que hace ver los espacios angostos en amplios. Ser villano y héroe, están frente a frente, todo se vuelve tan vulnerable.

Creí que ser vulnerable, era un acontecimiento de cobardes o ignorantes, me sentía tan cómodo, tan mío.
Pero resulta que no es así.
Está tan impregnado en el ser vivo, como su pigmentación de la piel, como su calor, como su respirar.

No importa que se escondan en un baluarte de libros de ciencias, eso es como agarrarse de la mano de la aflicción, de la angustia, de la muerte con perfume de confusión.

Vulnerabilidad, me saludó a los seis años, más bien me despertó. Insistió para que abriera los ojos.
La vi sonriente, no había angustia, solo un sonido simple, algo así como un zumbido.

Vulnerabilidad se escondió dentro de mí.
Construyó, habilitó algo llamado soberbia con tintes de poeta.

Vulnerabilidad me enseñó a ejecutar solo aquello que no me pusiera en riesgo.
Me enseñó a ver el peligro, imaginar escenarios y calcular catástrofes.
Solo recibí bofetadas que no intentaran mover mi equilibrio.

Vulnerabilidad me enseñó a llorar en la sombra del amparo de energía, que tiene misericordia.
Vulnerabilidad me enseño que estar solo, es suficiente para vivir, para conocer ese lado oscuro de la razón.

Vulnerabilidad me enseño que estar cerca de ella, es sentir una presencia que está atenta a verte dar un salto hacia ese poder.

Vulnerabilidad es un camino largo o corto, que te lleva a un tramo final, aquel que llaman muerte.

Vulnerabilidad me vio llorar sin consuelo como aquel niño que han abandonado.
Me vio provocar la prisa de la muerte.

Con el paso del tiempo, mis 18 años llegaron. Mi ser se volvió tan libre, tan descarado e insolente.
Mi alma solo se sentó, para ver a qué horas se me pasaba el efecto de los estímulos de la juventud.

Mi vulnerabilidad me dio un nuevo personaje, no tan fuerte como el niño de antes, no tan arrojado, no tan confiado.

Dejé de ver a mi vulnerabilidad como un asesor, se estaba transformando en un enemigo inevitable. Nunca había cesado de llevarme por el camino de la consecuencia.
¿Cuál consecuencia? Aquella en la que dejaré de ser un “ser”.

El tiempo me llevará a ser parte de un Izkor, un recuerdo, uno que nunca me llegara a mis oídos, porque mis oídos no estarán.

Izkor, es un momento donde los recuerdos de aquellos grandes caminantes de nuestro pueblo, sucumbieron ante la vulnerabilidad.
Donde sus actos nos enseñaron cómo platicaron con la duda, con el dolor, con la confusión; cómo controlaron la vulnerabilidad para seguir algo más duro, más intenso, más doloroso.
Aun acosta de perder la existencia, con cada día estaban dispuestos a avanzar.

Izkor es la manera de entender que los grandes patriarcas y matriarcas, son los siguientes: “los recuerdos basados en la intensidad de la lucha”.

Los resultados de la batalla, nunca son el total de la justificación del éxito en esta vida, solo un juez en un día, en algún lugar que me dirá si hice bien o hice mal.

Hoy comprendo que la vulnerabilidad, tiene la capacidad de volverme loco, de perderme en la confusión de mi análisis. Mi comprensión se vuelve una droga que me invade, que me arranca la ropa de la normalidad.
La vulnerabilidad me hace hacer cuentas e intenta llevarme a la locura, donde es imposible que mis ojos vean lo grandioso, lo eterno.

La vulnerabilidad me llena de amenazas, me hace creer que me vencerán, pero en realidad no es así, solo estoy a punto de transformarme, o… posiblemente, ya llegué y hoy, solo se está leyendo mi Izkor, mi recuerdo.

Izkor es un recuerdo de todos aquellos que han luchado en cualquier parte del mundo.
Izkor es un lugar sin aroma a liturgia.
Es un lugar, para muchos, desconocido.
Es una simple donación en memoria, de aquel que solo es un recuerdo.

Izkor es una sombra en una palmera en medio del desierto, pero sin llegar al lugar que quieres llegar.
Izkor es un medio para recordar a grandes, a pequeños.
Más bien, es un lugar donde todos, algún día, abrazamos a la vulnerabilidad y nos alcanzó la muerte.

Izkor es recordar a personas agradecidas, tenaces, personas que dejaron un gran guion para leer una y otra vez.
Personas que, aun con la edad, caminaron como jóvenes, una y otra vez como insistiendo a que lo aprendiéramos.

Personas que, con poco dinero, hicieron de comer un pan caro, placentero.
Personas que creyeron en la justicia, ejecutándola aun en el sentido de la desventaja.

Recuerdo de personas que viven en nosotros, como sujetándose en la última oportunidad de ser recordados.

Izkor es un suspiro con olor a un llorar de lágrimas largas y lentas.
Izkor es un espacio donde la vulnerabilidad da su último grito. Es el recipiente donde se confía que la existencia de otros, esté en nuestras manos.

Pobre de mi madre, su recuerdo descansa en este ser tan duro, tan descuidado, a veces tan confundido.
En un ser que le gusta bailar con la vulnerabilidad.
Pero, aun así, su memoria descansa en los recuerdos de un muerto que aún está vivo.

Recordemos a todos aquellos que nos han acompañado en esta vida y la vulnerabilidad los ha tomado.
Bendiciones y misericordia para cada uno de ellos, donde quiera que la vulnerabilidad los tenga detenidos.

Shabat shalom!

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